¿Les
pasó alguna vez que estuvieron tan inmersos haciendo algo que disfrutaban, que
pasaron horas y horas sin darse cuenta, incluso olvidándose de comer, en
vigilia sin tener una pizca de sueño? Quizás les sucedió mientras practicaban
algo que les fascinaba, como una disciplina o deporte, o elaborando un proyecto
en cada detalle, o dibujando, pintando, escribiendo, diseñando, etc.
Si
lo recuerdan, podemos coincidir en que sentimos un agradable calor que nos
recorría el cuerpo, también alegría, entusiasmo, inspiración, emociones
propulsoras. Incluso pensar que podríamos hacer esa actividad todos los días, y
que, aunque la hiciéramos como un trabajo, la haríamos totalmente gratis y con
gusto, de tanto que la disfrutamos. Porque es amor, amor por el trabajo, nos
llena, y no tenemos expectativas, sólo vivimos el presente, el hecho de estar
haciéndolo es un fin en sí mismo. Los desafíos son tomados con interés y de
buena gana, la búsqueda no se termina, sino que queremos llegar más y más
profundo. Si dudan qué considerar una verdadera pasión en sus vidas, y no
simplemente que les guste mucho hacer algo, coincidir con este párrafo podría
ser una buena guía para ello.
Lo
que es más impresionante, es cuando nuestra pasión se alinea con nuestros
talentos, y entramos en lo que se llama “estado de flujo”. Simplemente deja de
existir el mundo alrededor, e incluso la sensación de nuestro propio cuerpo,
quizás sólo percibiendo la parte del mismo que es necesaria para hacer la
actividad. No es intencional, no puede forzarse, sólo fluimos de forma natural
como pez en el agua, y entramos en ese estado tan profundo y particular de
plena atención y gozo, sin esfuerzo alguno, en el que todo sucede armonioso y
bien. Hay algo de eso, de olvidarnos de nosotros mismos en ese momento, una
ausencia del “yo”, y nos sentimos completamente serenos y enfocados, sin dudar,
sólo haciendo, fluyendo, como si nuestro espíritu fuera el que tuviera la
conexión directa con ese hacer, y si usáramos una herramienta o instrumento,
que este fuera una extensión de nuestro cuerpo.
A
veces las pasiones son puntuales, y se extinguen cuando cumplimos con la
inspiración y el aprendizaje que conlleva. Otras se mantienen a lo largo de
mucho tiempo, a veces toda la vida. Y también las hay las que se reinventan, se
manifiestan de distintas formas, pero si prestamos atención y profundizamos,
podemos comprobar que comparten la misma esencia, el mismo propósito, sólo que
son distintas formas de acceder a esa experiencia. También puede ser que una
nos lleve a la siguiente, como un hilo conector, que nos va aportando
conocimientos graduales para ser luego más eficientes, como un material que se
va tallando y puliendo para definirse y brillar.
Hay
distintos grados y formas de experimentar las pasiones, pero sin dudas son
esenciales para orientarnos y conectarnos con nuestro verdadero Ser, con
nuestro propósito en esta vida. Optimizar nuestra energía y dedicarla a algo
que realmente nos gusta, en lo que nos sentimos cómodos, y desarrollamos
talento para ello. Cuando descubrimos una pasión, muchas veces empezamos a
incorporarla como un pasatiempo, también a medida que la practicamos y
desarrollamos, porque toda actividad y talento mejora con la práctica
constante, y con ello ganamos seguridad y estamos más predispuestos a
exteriorizar, a compartirlo con otros. Muchas veces, esa pasión evoluciona y se
convierte en nuestra vocación, y buscamos trabajar (con ingreso económico) con
ella. No hay nada más gratificante que poder trabajar y vivir de lo que uno más
ama, levantarse todos los días con una sonrisa y mucho entusiasmo, porque
sabemos que vamos a dedicarlo a algo que nos encanta hacer (y hasta lo haríamos
gratis, y sin contar los minutos y horas de trabajo).
Aquí
llamaría la atención a algo relacionado, que hay que revisar con honestidad.
Que aquella actividad que hagamos y reconozcamos como una pasión, la hagamos
sin ninguna expectativa de resultado o devolución del mundo exterior. Por
ejemplo, si queremos hacer algo para llamar la atención de los demás, para
obtener sus felicitaciones y apoyo, o que seamos muy permeables a la opinión
ajena para hacerlo o modificarlo para contentarlos, en vez de hacerlo como una
mejora de algo que realmente queremos. En ese caso, dejamos de ser auténticos,
es nuestro ego el que está actuando y queriendo recibir una palmadita en la
espalda, porque en el fondo nos sentimos inseguros y solos, necesitamos amor y
atención, y la buscamos afuera. Esto se evidencia cuando deja de interesarnos
nuestra pasión y perdemos fuertemente la inspiración en cuanto detectamos que
se diluye el interés de los demás, o cambiamos abruptamente de dirección o
nuestra valoración al respecto, según veamos “para dónde va la corriente”.
Cuando
confiamos plenamente en lo que queremos hacer, qué mensaje queremos transmitir,
cuál es nuestro objetivo, entonces realmente no nos va a importar seguir el
interés o la aprobación ajena. Si alguien nos dice “no vas a llegar a nada con
eso”, o “si haces esto otro le va a gustar a más gente” pero no nos entusiasma
nada ese cambio, simplemente hacemos caso omiso, y confiamos en nuestro
proyecto y lo seguimos hasta conseguirlo. Nuestra voluntad es mucho más fuerte
que cualquier oposición. Es una gran prueba a nuestra confianza y autoestima
también, si es fuerte como un roble, o se deshace como castillo de naipes ante
una ligera brisa.
Una
frase potente que amo, y le oí a mi Maestro de Reiki, dice: “Vamos a ser lo
que creemos que somos”. Y es que es así, si nos decimos “no sé si voy a
poder, quizás no sea lo suficientemente buen@ en esto”, lo más probable es que
fallemos tarde o temprano. Porque si no creemos en nosotros mismos, ¿quién lo
va a hacer? Sí, podemos recibir apoyo y ánimos, pero es un consuelo momentáneo
y superfluo, porque nosotros, los creadores, no estamos convencidos de nuestra
propia obra. Y lamentablemente hay que saber oír lo siguiente: El mundo no va a
dejar de girar porque nosotros no concretemos nuestro proyecto, ni nadie va a
lamentar que no existiera algo que no alcanzaron a conocer, o que quizás lo
consiguen también de otras personas o medios. Por eso mismo, es
fundamental saber qué es lo que nosotros queremos aportar con ello, cuál va a ser
el valor único, distintivo y emocionante, ya que todos somos también únicos y
especiales en la vida, y nunca nadie va a poder hacer algo exactamente igual.
De hecho, nosotros mismos no vamos a hacer nunca dos veces exactamente igual,
cada cosa que hacemos es única e irrepetible.
El
alimento de nuestras pasiones es sin dudas los sueños, la imaginación vívida y
sentida de lo que queremos lograr, y cómo va a ser de bonito ese momento, y
nuestra vida, cuando lo logremos, así como cuánto bien haría a otras personas,
en la relación que tengan con nuestra creación si la compartimos con ellos.
Porque si bien es de lo más satisfactorio ver los frutos de nuestra pasión
materializarse, más aún lo es si con ello podemos ayudar a alguien, ya sea a
sacarle una sonrisa, inspirarlo, mejorarle el ánimo de un mal día, o
verdaderamente ayudarlo en su bienestar o salud, cuánto más loable. Por lo
tanto, no escatimemos nunca en lo maravilloso que puede llegar a ser,
visualicemos completamente y con mucho detalle y sentimiento lo que queremos
lograr, y sin dudas todo se va a ir alineando para que se materialice. La clave
es creer, confiar en nosotros, y en que lo merecemos, para así hacerlo con puro
amor en nuestros corazones, aplicando todo nuestro potencial.
Para alimentar y avivar las llamas de nuestra pasión, lo más importante es soñar, imaginarnos exactamente, con todo detalle y sentimiento, qué queremos lograr. No soñar chico, ni escatimar en nuestras emociones de felicidad y plenitud, hagámoslo a todo lo alto. Otra gran frase de mi querido Maestro, que aplica aquí, es “Apúntale a las estrellas, y por lo menos vas a llenar a la Luna”. Y de la mano, lo que siempre me dijo mi otro gran Maestro de mi vida, fue “Hay que visualizarlo y sentirlo con todo lo que tenemos. Quizás en la realidad no lleguemos a que sea tan perfecto, pero de seguro será mucho mejor que si ni siquiera nos lo hubiéramos propuesto”. Es tan así, que el corazón me late fuerte y sonrío al recordarlo. Gracias, Maestros.
Y
nos lo merecemos, todo, de eso no hay que dudar. Continuando con las citas
inspiradoras, esta vez de Robin Sharma en su libro “El monje que vendió su
Ferrari” (es oro líquido ese libro, se los recomiendo), dice “(...) De hoy en adelante, olvida el pasado.
Atrévete a soñar que eres más que la suma de tus actuales circunstancias. Excepto de las mejores. Te sorprenderán
los resultados”. Como mencioné en el artículo anterior, (“Empezando a
transformar las emociones negativas”), la Ley de atracción hará lo suyo, y si
vibramos en abundancia, poder y amor, el Universo cooperará y se empezarán a
materializar esos sueños. Por supuesto, siempre y cuando pongamos nuestra parte
para lograrlo, no basta con desear y sentarnos cómodamente en el sofá,
esperando que nos llegue. Como mencioné con la otra ley de la vida “Uno recibe
de la vida lo que pone en ella”.
Y
si nuestra pasión y nuestro propósito se relaciona con el dar, con el servir a
otros, tanto más maravilloso va a ser, seguramente esa sea una pasión que no se
extinga, y que siempre nos va a inspirar y llenar de amor. Si es algo que sólo
nos va a traer satisfacción o placeres a nosotros, los caminos se harán más
estrechos, y no encontraremos plenitud, sería como comer infinitamente, pero
nunca alcanzar a saciarnos, incluso nos traería angustia de no saber qué es lo
que nos falta, pero sentir que hay un vacío que no logramos llenar. Por lo que,
al pensar en nuestra pasión, e incluso a las cosas a las que les dedicamos
tiempo todos los días, muy importante también es reflexionar, “¿Qué les aporto
a los demás, a quién ayudo con esto?”
En
conclusión, podemos preguntarnos, “¿en qué soy buen@?”, “¿qué es lo que más me
gusta hacer, y me paso horas en ello?”, “¿cómo podría incorporarlo a mi día a
día, para vivir en sintonía con mi pasión?”, “¿me gustaría vivir el resto de mi
vida de esto?”, “¿dónde me veo haciéndolo, con y para quién?”. “¿Qué puedo aportar
al mundo y su gente con esto, para hacerlo un lugar mejor?” Estas y más
preguntas son buenos puntos de partida, tanto para desarrollar una pasión y
mantenerla como pasatiempo, o para asumirla como nuestra vocación y trabajo, ya
sea total o parcialmente, alineándolo con nuestro propósito en esta vida, lo
cual nos dará la máxima plenitud.
La pasión es fuego y es amor, es una antorcha encendida que ilumina el camino, el nuestro y el de los que nos rodean. Cultivémosla, llevémosla a todo lo alto como un estandarte inspirador de creación y potencias, nuestra huella más auténtica, un legado que nuestro espíritu dejará en este mundo, para nuestro bienestar, y el de los demás. Namasté 🙏💖