sábado, 1 de octubre de 2022

Meditación a nuestra medida

 


Uno de los primeros consejos que recibimos para promover nuestro autoconocimiento, relajación, o cuando estamos estresados, agotados o ansiosos, es el de meditar. Seguramente la persona que nos lo recomendó lo dijo con una sonrisa plácida en el rostro, como si estuviera recordando lo bien que siente hacerlo, y cuán benéfica es, lo cual es cierto. O también, lo leímos en uno más libros o páginas web, o nos dio curiosidad luego de que lo recomendaran en un video, programa de televisión, o porque una persona que nos inspira dijo que lo practicaba todos los días. Siguiendo ese consejo y la promesa de alcanzar esa serenidad profunda y llena de revelaciones, nos propusimos a probar de meditar.

Ahora bien, probablemente, las primeras veces que buscamos seguir ese consejo, hicimos la prueba de sentarnos en una silla o con las piernas cruzadas, bien derechos, cerramos los ojos y tratamos de poner la mente en blanco, o de visualizarnos en un calmo campo o junto a una cascada, incluso pudimos haberlo acompañado con sonidos ambientales naturales o música relajante. Bien dispuestos, hicimos unas respiraciones profundas, nos empezamos a conectar con ese bonito estado meditativo y... De pronto, un pensamiento o imagen de nuestra mente diaria nos distrajo. Intentamos barrer la interrupción, volver a imaginar la mente vacía, el campo o lo que pretendimos visualizar anteriormente... y otra vez, ese mismo pensamiento, u otro, vuelve a acecharnos. Empezamos a ofuscarnos, resoplar o amonestarnos por nuestra distracción, y pese a nuestros mejores intentos, no logramos “vaciar” la mente. La infructuosa meditación, más que llevarnos a ese anhelado estado de paz y conexión, nos acabó frustrando más de lo que estábamos, y para colmo nos echamos la culpa de que no fuimos capaces de dejar nuestra mente quietita por unos pocos minutos al menos. ¿Se sienten identificados con esta escena?

Quizás sí, quizás no, eso es según la experiencia de cada uno, pero se los comparto porque ese fue mi proceso, y porque la mente está programada para funcionar de esa forma, a menos que con mucho entrenamiento y objetivos claros, logremos apaciguarla y volverla nuestra aliada, no nuestra enemiga. Porque, para empezar, seamos sinceros, ¿Cuántas veces antes hicimos esa práctica de estar quince minutos o media hora, sentados y quietos, pensando en “nada”, visualizando ese paisaje pacífico, concentrándonos en un foco, u observando nuestros sentimientos o pensamientos? Posiblemente, muy pocas, o quizás nunca. Entonces, empecemos por ser un poco más realistas y compasivos con nosotros mismos, en cuanto a que no podemos pretender la maestría de una práctica a la que no estamos habituados de un día para otro. Y aunque meses o años después nos sea más familiar, nuestra activa cabecita tiene su propio programa instalado, el ego, que nos jala a la preocupación, la duda, el qué dirán o a lamentar el pasado, y nos bombardea una y otra vez con todas esas problemáticas. Conclusión: Avancemos despacito y con amor. Desarrollar la paciencia es también uno de los objetivos de meditar. Controlar el enojo también.

A la par de esto, vale mencionar que hay muchos tipos de meditación, y ese puede ser un error bien básico, el forzarnos a encajar en una que quizás todavía no se ajuste a nuestro estilo o necesidades. Es como decidir que queremos empezar a tener una actividad física más activa, y pretendamos pasar de estar todo el día sentados en el sofá, a correr cinco kilómetros al día siguiente. Suena improbable, ¿verdad? Eso mismo, entonces, trasladémoslo a nuestra propuesta de adoptar la práctica de la meditación, o a cualquier hábito que estén queriendo incluir en sus vidas porque tienen una motivación de cambio hacia un estilo de vida más saludable. Mejor sería empezar de a poco, chiquito, una meta sencilla y accesible, una probadita. Por ejemplo, volviendo a la meditación, empezar con hacer cinco o diez respiraciones profundas, sólo eso. Al día siguiente, si eso salió bien, agregar otras cinco o diez, o proponernos uno o dos minutos de visualizar algo concreto y apacible, o indigar en nuestro interior cómo nos sentimos, y luego volvemos a hacer unas respiraciones para terminar con la práctica. Y así sucesivamente, hasta que logremos extender la duración de nuestra práctica serena a diez minutos, quince, o los que podamos. Eso sí suena accesible y más al alcance, ¿verdad?

Les comparto un bonito resumen como ejemplo de algunos de los tipos de meditación de un blog de vida verde y sustentable: https://ecogreenlovees.wordpress.com



Como pueden ver, hay variadas formas de llevar a cabo una meditación, y también llevan otros nombres espirituales y con sus propios propósitos y objetivos, por ejemplo: Meditación Zazen (o Zen), Vipassana, Kundalini, Mantra, Tonglen, y otras. Cada una tiene sus particularidades, y algunas requieren más práctica que otras, es cuestión de ir buscando qué beneficios y experiencias nos aporta cada una, con cuál resonamos, y, sobre todo, encontrar una buena guía que nos ayude al principio para llevarlas a cabo, hay muchas “meditaciones guiadas” que pueden encontrarse en forma de audios en internet. Es prueba y error, por supuesto, algunas nos van a gustar o conectar más que otras. Sigamos nuestro instinto, sintamos lo que nuestro cuerpo nos dice cuando seguimos la meditación, y siempre seguir lo que se sienta bien, cálido, natural.

Algo que es fundamental en cualquier estilo o duración de la meditación, es hacerla con un propósito, con un objetivo. ¿Para qué estamos haciéndola? ¿Sobre qué queremos reflexionar, revisar o experimentar? Es muy distinto sólo conectarnos con las sensaciones de nuestro entorno o nuestro cuerpo, por ejemplo, identificar “qué hay ahí”, a visualizar una luz que nos va recorriendo e iluminando por dentro, o un paisaje con todos los detalles como si estuviéramos allí, entonar una oración o mantra, o hacernos preguntas reflexivas o existenciales. Por lo tanto, una de las claves para una meditación productiva y satisfactoria, es que tengamos en claro qué queremos lograr con ella. Incluso, las hay guiadas con una temática particular, como el perdón, la abundancia, la compasión, etc. Preguntarnos por qué nos enojamos o angustiamos con una situación, o por qué tenemos la tendencia de sentirnos irritables, o por qué somos procrastinamos (y luego nos decimos que "no nos alcanza el tiempo"). Por supuesto, con la intención de mejorar esa problemática, tomar responsabilidad de ello, y de cómo llegar a lo que queremos ser.

En lo personal, mi práctica más habitual de meditación se enfoca en la meditación Zen, y en la de entonar mantras o acompañar con cuencos tibetanos. En la última, me enfoco en conectar con la vibración del canto, la intención y las palabras, o del sonido del cuenco. De estas también pueden encontrar grabaciones, si no tienen los cuencos o no se animan a entonar por sí solos. En cuanto a la primera, se centra en nuestra respiración y en observar nuestros pensamientos. Empezar respirando profundo, a medida que nos vamos calmando y conectando, y podemos visualizar una luz cálida y sanadora que va recorriendo poco a poco cada parte de nuestro cuerpo, hasta llenarnos y envolvernos con esa luz. Y luego, o al mismo tiempo, también ser introspectivos, estar atentos a los pensamientos o emociones que surjan, identificarlos, y simplemente dejarlos fluir, sin perseguirlos ni pelearles para que desaparezcan, ni juzgarlos, que vengan y vayan, sin engancharse con ellos. Y si en un momento sucede que se percatan de que se desconcentraron y “se fueron” con sus pensamientos, vuelvan a centrarse en su respiración, apacibles, calmados.


Mis cuencos: El de cuarzo, a la izquierda, y el tibetano a la derecha
Mis cuencos: El de cuarzo a la izquierda, el tibetano a la derecha

Por otra parte, también hay que “des-acartonar” la experiencia de la meditación, no es únicamente estar sentados con una postura de manos, los ojos cerrados y la pasividad. También pueden meditar mientras bailan, pintan (como la práctica de pintar mandalas, muy hermosa, por cierto), y como me dijo una gran amiga y Maestra una vez, podemos meditar mientras lavamos los platos, porque no siempre es la forma o el ritual, sino nuestra intención.

Y un detalle más, al respecto de la “idoneidad”. Habrán escuchado de los llamados retiros espirituales, en los que se apartan uno o varios días, lejos de la tecnología y la rutina, posiblemente en un lugar más puro y verde, para conectar con la meditación, alimentación sana y algunas prácticas bonitas y saludables, como clases de yoga, sesiones de reiki, entre otras. Está muy bien la propuesta, y sin dudas van a volver renovados y serenos, en paz. Pero podemos caer en la “trampa” de las vacaciones, como mencioné en el artículo anterior, de que sólo pensemos que podemos acceder a esa paz interna en un ambiente con características como las del retiro espiritual. No, el gran aprendizaje, lo que tenemos que llevarnos de vuelta a casa, es cómo incorporar esos hábitos y pensamientos saludables que propicien nuestra evolución a nuestra vida diaria. Porque si de pronto nos encontramos en la vorágine de la ciudad, el estrés del trabajo, o de una situación familiar o emocional compleja, y nos sentimos completamente descontrolados, perdidos y abrumados, entonces esa experiencia del retiro fue una “curita emocional”, como suelo decir.

De todo se aprende, por supuesto, pero es importante que apliquemos esas herramientas meditativas, justamente cuando las necesitemos, además de acostumbrarnos a practicarlas diaria o seguidamente, ya que nos mantendrán en un equilibrio mental, emocional y espiritual mucho más estable y disponible para seguir profundizando, y no solamente como un salvavidas temporal. Porque, nuevamente, es poco probable que podamos realizar esa meditación con buenos resultados, si sólo la practicamos cuando estamos sumidos en la desesperación o al borde del colapso.

De hecho, si mantenemos esa práctica habitual, probablemente tengamos un control mucho mayor de nuestros pensamientos y emociones, y en vez de que un enojo, preocupación o sufrimiento nos dure un día entero o una semana, puede que lo resolvamos y liberemos en una hora, o en pocos minutos, cambiando el foco rápidamente a la solución de dicha alteración, con lo cual ganaremos también mucha más confianza, certeza y serenidad, conectando con nuestra esencia.

La práctica hace al Maestro. Namasté 🙏💖